Bienvenido a la isla de Ávalon...

martes, octubre 30, 2007

El cajón de los instantes...




* Cabalgar al amanecer sobre la arena mojada...

* Despertar y notar una mano posada en mi cintura...

* Verter el vino en una magnífica copa de talle alto...

* El silencio que precede a la ternura...

* Un susurro, muy cerca...

* "El séptimo sello", a poder ser en compañía...

* Tres gotas de perfume; incienso y mirra... derramado sobre mi piel...



Seguro que vosotros también tenéis uno...

viernes, octubre 26, 2007

Si alguna mujer aprende tanto como para escribir sus pensamientos...


La Condesa de Dia, perteneciente a un grupo reducido de mujeres que pese al momento de la historia en que les toco vivir, supieron desprenderse de una realidad “pasiva” supeditada a otro; el marido o Dios. Una existencia sin valor alguno en sí misma. Nacida exclusivamente para complacer al varón o alabar al Altísimo.
Las trovadoras de la Edad Media encauzaron su prodecer, a demostrar la riqueza de una mujer “individual”, a liberarse de los dos arquetipos de la época: prostituta o madre. La sexualidad o la maternidad.
No sólo utilizaron sus escritos para demostrar que ellas también eran capaces de plasmar sobre un papel inquietudes, desánimos, amores… sino que fueron más allá y en muchos casos sus trovas se tornaron sensuales y en ciertos casos, muy carnales.

Sin duda, unas damas que merecen toda mi admiración.



"He estado muy angustiada / por una caballero que he tenido / y quiero que por siempre sea sabido / como le he amado sin medida; / ahora comprendo que yo me he engañado / porque no le he dado mi amor, / por eso he vivido en el error / tanto en el lecho como vestida / / Cómo querría una tarde tener / a mi caballero, desnudo, entre los brazos, / y que él se considerase feliz / con que solo lo hiciese de almohada; / lo que me deja más encantada / que Floris de Blancaflor: / yo le dono mi corazón y mi amor, / mi razón, mis ojos y mi vida. // Bello amigo amable y bueno, / ¿cuándo os tendré en mi poder? / ¡Podría yacer a vuestro lado un atardecer / y podría daros un beso apasionado! / Sabed que tendría gran deseo / de teneros en el lugar del marido, / con la condición de que me concediérais / hacer todo lo que quisiera."

jueves, octubre 18, 2007

de lo mundano y cotidiano...


El otro día comiendo con un amigo, llegamos a una magnifica y contundente conclusión… cada persona es un mundo y para gustos, los colores. Sí, pensaréis que no nos rebanamos mucho los sesos para llegar hasta ahí… pero tal afirmación fue dada después de dos horas de amena y liviana conversación, una botella de Enate y cuatro cafés.

Todo empezó como siempre que quedo con él. Tras la consabida bronca cariñosa que le doy (siempre, absolutamente siempre, llega diez minutos tarde) y proceder a sentarnos, empieza a cumplir su ritual. Alarga su brazo y con el dedo índice, me da unos toquecitos en la cara… Cómo le odio cuando hace eso!! Lo sabe, pero le gusta exasperarme.

No, no es que mi amigo tenga ningún tipo de comportamiento sicótico ni nada de eso, simplemente es su manera de recordarme que cuando quiera tengo una ración de botox gratis esperándome en su consulta. Sabe que mis visitas a los médicos, y respeto profundamente a quién sí lo hace, son estrictamente por problemas de salud. Tras decirle, por enésima vez, que se le va a caducar el mejunje y que si me quiere obsequiar con algo, se de una vuelta por Hermès y me compre un bolso, pasamos a comentar asuntos formales.

Me decía lo saturado de trabajo que está y que cada vez va más en aumento la clientela masculina. Los señores a partir de los cuarenta empiezan su periplo por las consultas de las clínicas de estética. Botox, infiltraciones, liposucciones… un no parar. Señoras estupendas que ya no tienen nada más que arreglarse y que acuden al cirujano con la asiduidad con que van a la esteticien. Obsesionadas por conseguir “perfeccionarse”. Más de una vez ha tenido que convencer a una clienta para que desista de sus propósitos.

Es que resulta que a todos nos gusta vernos estupendos. Cada cual tiene su baremo. Unos creemos que con ir al gimnasio, a la pelu y gastarnos una fortuna (sí, fortuna) en cremas y potingues varios, ya cumplimos. Sin duda, la máxima la perseguimos todos de una forma u otra, en mayor o en menor medida. Aunque nos unan nexos comunes, por fortuna, cada individuo tiene sus prioridades y sus gustos. Cada uno invierte su tiempo y su dinero como mejor le place. Y así tendemos a rodearnos de individuos con intereses más o menos comunes… salvo excepciones, en mi caso y por poner un ejemplo, los cirujanos estéticos.


PD: Por supuesto, y para alejar posibles dudas, en cualquier caso mis arruguitas no requieren botox, todavía.
Beatriz

miércoles, octubre 10, 2007

Lancelot du Lac



- ¿Sabéis por qué estáis aquí?

- Decídmelo vos, pues me siento un poco aturdido. Algo ha hecho que me dirigiese sin razón a este lugar del bosque. Y si no ando errado, y pese a que vos parece que sí me conocéis, yo no tengo tal placer.

- Mi nombre es Morgana, la media hermana de vuestro rey. Sin duda no pecareis de ignorancia, Sir Lancelot.

- Ahora que sé quien sois y dada vuestra condición de hechicera, no dudo que el que me encuentre aquí con vos, sea obra de algún sortilegio.

- Cierto, si bien no utilizaré mis hechizos para reteneros… podéis permanecer aquí el tiempo que deseéis, estoy segura de que mi compañía será de vuestro agrado.

- Tal afirmación se me acontece del todo apresurada, mi señora.

- Sé muy bien lo que os digo. No hay premura en mis palabras ni en mis hechos.

- Dispensad la claridad de mis palabras, pero no hallo pretexto para que mi permanencia aquí, dure más de lo estrictamente cortés en estos casos.

- Soy vos quién os apresuráis al pronunciar tal sentencia. No renunciéis a algo sin conocerlo... ¿Qué os ofrezco? cualquier cosa que se os antoje, de este mundo o de los otros. Colmaré vuestros deseos y haré que no anheléis nada más que mi persona, Sir Lancelot.

- Sabed que mis empeños van dirigidos a cierta dama que manifiestamente no sois vos, y cuyo tratamiento no os incumbe. No existe nada que anhele más que compartir mis días junto a ella.

- Con vuestras palabras ¿pretendéis medirme con una simple mortal? Me bastaría una sola noche para hacer que os olvidaseis de ella.

- Mi providencia es otra, Morgana. Y así será.

- Sabed que vuestro destino, se forja en este instante. Nunca saboreareis las mieles de la unión con vuestra amada. En mis manos está que vuestro sueño sea un imposible.


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Desdichado Lancelot… tuvo a bien rechazarme. Por otra parte… ¿Presuponía acaso, que escaparía a mi conocimiento la identidad de la dama?
Quizás pensó que urdiría algún maleficio tras mi advertencia. Nada más lejos. Mi venganza fue algo mucho más terrenal.

Bastó con que ciertos caballeros de Camelot, conocieran las andanzas impudicas de quién tenían como reina…

viernes, octubre 05, 2007

ensueños...


Siempre he creído que Ávalon era un buen lugar para dejar correr los pensamientos, y tengo un rincón preferido para ello, junto al mar. En el crepúsculo del día. Con esa luz que va perdiendo fuerza a medida que el tiempo pasa. Esa luz que hace el agua tome un color tan especial. Todo está en calma. Simplemente, hay que dejarse llevar.
Quizás un ensueño te regale con su presencia. Gustan de merodear por estos parajes. Caprichosos por naturaleza, no aparecen cuando deseas… sino cuando se les antoja. Sienten cierta debilidad por nosotras, las brujas, cosa que a mi me fascina.
La última vez que percibí un ensueño fue justo aquí, a la orilla del mar. Sentada en la arena, con los pensamientos perdidos, noté su presencia.

Una calidez muy agradable reposaba en mi espalda. Un contraste perfecto a la ligera brisa marina. Estaba ahí, cada vez lo advertía más cerca. Permanecí inmóvil.
Lentamente, mi pelo fue deslizándose hacía mi hombro izquierdo hasta posarse sobre mi torso. A modo de mano etérea que hubiese retirado mi melena, dejando así la espalda y el hombro derecho al descubierto. Mis sentidos en alerta, deleitándome en el momento. A la espera, pero sin mostrar inquietud.


Es sabido que los ensueños se enojan si la perciben.
Una nueva sensación. Si fuera tangible, sería como si unos dedos resiguiesen mi contorno, desde lo alto del cuello hasta mi hombro desnudo. Y así otra vez. Turbador.
Sabía que no tardaría en desvanecerse. Su presencia siempre es fugaz.



Acto seguido me ofrendó con decenas de sutiles besos que caían desde mi nuca… deslizándose por una línea imaginaria trazada sobre la espalda.

Antes de dejarme, se aseguró que desearía su regreso…

lunes, octubre 01, 2007

El rey Schahriar y su hermano el rey Schahzaman, II


... puso el pie en el suelo, y se dirigió hacia el árbol y se sentó debajo de él. Levantó entonces la tapa del arca, sacó de ella una caja, la abrió, y apareció en seguida una encantadora joven, de espléndida hermosura, luminosa lo mismo que el sol, como dijo el poeta:

¡Antorcha en las tinieblas, ella aparece y es el día! ¡Ella aparece y con su luz se iluminan las auroras!
¡Los soles irradian con su claridad y las lunas con las sonrisas de sus ojos !
¡Que los velos de su misterio se rasguen, e inmediatamente las criaturas se prosternan encantados a sus pies!
¡Y ante los dulces relámpagos de su mirada, el rocío de las lágrimas de pasión humedece todos los párpados!!


Después que el genio hubo contemplado a la hermosa joven, le dijo: "¡Oh soberana de las sederías! ¡Oh tú, a quien rapté el mismo día de tu boda! Quisiera dormir un poco". Y el genio colocó la cabeza en las rodillas de la joven y se durmió.

Entonces la joven levantó la cabeza hacia la copa del árbol y vio ocultos en las ramas a los dos reyes. En seguida apartó de sus rodillas la cabeza del efrit, la puso en el suelo, y les dijo por señas: "Bajad, y no tengáis miedo de este genio". Por señas, le respondieron: "¡Por Alah sobre ti! ¡Dispénsanos de lance tan peligroso!"

Ella les dijo: "¡Por Alah sobre vosotros! Bajad en seguida si no queréis que avise al efrit, que os dará la peor muerte". Entonces, asustados, bajaron hasta donde estaba ella, que se levantó para decirles: "Traspasadme con vuestra lanza de un golpe duro y violento; si no, avisaré al genio".
Schahriar, movido del espanto, dijo a Schahzaman: "Hermano, sé el primero en hacer lo que ésta manda". El otro repuso: "No lo haré sin que antes me des el ejemplo tú, que eres. mayor". Y ambos empezaron a invitarse mutuamente, haciéndose con los ojos señas de copulación. Pero ella les dijo: "¿Para qué tanto guiñar los ojos? Si no venís y me obedecéis, llamo inmediatamente al efrit". Entonces, por miedo hicieron con ella lo que les había pedido. Cuando los hubo agotado, les dijo: "¡Qué expertos sois los dos!"

Sacó del bolsillo un saquito y del saquito un collar compuesto de quinientas setenta sortijas con sellos, y les preguntó: "¿Sabéis lo que es esto?" Ellos contestaron: "No lo sabemos". Entonces les explicó la joven: "Los dueños de estos anillos me han poseído todos junto a los cuernos insensibles de este efrit. De suerte que me vais a dar vuestros anillos". Lo hicieron así, sacándoselos de los dedos, y ella entonces les dijo: "Sabed que este efrit me robó la noche de mi boda; me encerró en esa caja, metió la caja en el arca, le echó siete candados y la arrastró al fondo del mar, allí donde se combaten las olas. Pero no sabía que cuando desea alguna cosa una mujer no hay quien la venza.

Ya lo dijo el poeta:

¡Amigo: no te fíes de la mujer; ríete de sus promesas! Su buen o mal humor depende de los caprichos de su vulva!
¡Prodigan amor falso cuando la perfidia las llena y forma como la trama de sus vestidos!
¡No te confíes, amigo! ¡Es inútil! ¡Mañana, en aquella que creas más segura, sucederá al amor puro una pasión loca!
Y no digas: "¡Si me enamoro, evitaré las locuras de los enamorados!" ¡No lo digas! ¡Sería verdaderamente un prodigio único ver salír a un hombre sano y salvo de la seducción de las mujeres!

Los dos hermanos, al oír estas palabras, se maravillaron hasta más no poder, y se dijeron uno a otro: "Si éste es un genio, y a pesar de su poderío le han ocurrido cosas más enormes que a nosotros, esta aventura debe consolarnos". Inmediatamente se despidieron de la joven y regresaron cada uno a su ciudad.

En cuanto el rey Schahriar entró en su palacio, mandó degollar a su esposa, así como a los esclavos y esclavas. Después ordenó a su visir que cada noche le llevase una joven que fuese virgen. Y cada noche arrebataba a una su virginidad. Y cuando la noche había transcurrido mandaba que la matasen. Así estuvo haciendo durante tres años, y todo eran lamentos y voces de horror. Los hombres huían con las hijas que les quedaban. En la ciudad no había ya ninguna doncella que pudiese servir para los asaltos de este cabalgador.

En esta situación el rey mandó al visir que, como de costumbre, le trajese una joven. El visir, por más que buscó, no pudo encontrar ninguna, y regresó muy triste a su casa, con el alma transida de miedo ante el furor del rey. Pero este visir tenía dos hijas de gran hermosura, que poseían todos los encantos, todas las perfecciones y eran de una delicadeza exquisita.

La mayor se llamaba Schehrezade…

Las mil y una noches
Anónimo



A partir de aquí, ya sabéis… la muchacha que era muy elocuente y poseía una dulce voz, dio rienda suelta a sus conocimientos, que eran muchos dado que era una joven muy leída, y mantuvo en vilo al despiadado rey.
Dicen las malas lenguas, que no utilizó únicamente su destreza como relatora… sino que tal vez sus encantos más ocultos, encandilaron a Schahriar durante mil y una noches