Érase una vez...
Érase una vez, un elfo algo atolondrado, que tras algún intento fallido de conquista, vino a visitarme deseoso de que le proporcionara algún elixir que hiciera que la ninfa de sus sueños, se prendara de él…
- No te hará falta – le dije – tienes ojos, ¿no es cierto?
- No te hará falta – le dije – tienes ojos, ¿no es cierto?
- Sí, claro – contestó él, desconcertado.
- Pues mírala… mírala a los ojos. No tengas prisa. Detente en ellos. Contémplala. Con tu mirada hazle saber sutilmente que la deseas… ¿también tendrás manos?
- Sí…
- Acaríciale un mechón de su cabello suavemente, casi rozándolo. Se estremecerá, aunque tú no lo percibas. ¿sabes hacer uso de las palabras, verdad?
- Pues… claro.
- Acércate a ella y cuando estés muy cerca, dile con voz suave pero firme, que quieres besarla... ¿tienes labios, verdad?
- Para besarla, ¿no? – contestó ansioso
- No, para recibir el cálido y rociado beso, que surgirá de su boca deseosa de ti.