Mucho ruido y pocas nueces...
Acto I – Escena I
Entran DON PEDRO, DON JUAN, CLAUDIO, BENEDICTO, BALTASAR y otros.
DON PEDRO.—Querido signior Leonato, salís al encuentro de vuestra
incomodidad. La costumbre del mundo es evitar gastos, y vos vais en busca de
ellos.
LEONATO.—Jamás entró en mi casa la incomodidad en figura de vuestra gracia,
pues cuando la incomodidad se marcha, el bienestar se queda; pero cuando vos
me abandonáis, la tristeza permanece y la ventura es la que nos da su adiós.
DON PEDRO.—Aceptáis vuestra carga demasiado gustosamente. Supongo que
será ésta vuestra hija.
LEONATO.—Muchas veces me lo dijo así su madre.
BENEDICTO.—¿Lo dudabais, señor, cuando se lo preguntasteis?
LEONATO.—No, señor Benedicto, pues erais un niño entonces.
DON PEDRO.—Volved por otra, Benedicto. De aquí conjeturamos lo que sois,
siendo ya un hombre. En verdad, la hija no desmiente al padre. Sed feliz, señora,
ya que os parecéis a un padre tan honrado.
BENEDICTO.—Si el signior Leonato es su padre, no quisiera ella por toda Mesina
llevar su cabeza sobre sus hombros, por mucho que se le asemeje.
BEATRIZ.—Me asombra que sigáis hablando todavía, signior Benedicto. Nadie
repara en vos.
BENEDICTO.—¡Cómo! Mi querida señora Desdén, ¿vivís aún?
BEATRIZ.—¿Es posible que muera el Desdén, cuando puede cebarse en tan
buen pasto como el signior Benedicto? La propia galantería se trocara en desdén
si estuvierais vos en su presencia.
BENEDICTO.—Fuera entonces la galantería una renegada. Pero lo cierto es que
todas las damas se prendan de mí, exceptuada solamente vos; y quisiera hallar
en mi corazón que mi corazón no fuera tan duro; porque, a la verdad, no amo a
ninguna.
BEATRIZ.—¡Qué incalculable dicha para las mujeres! De otra manera se verían
importunadas por un pretendiente enojoso. Gracias a Dios y a mi temperamento
frío, soy en eso del mismo parecer que vos. Prefiero oír a mi perro ladrar a un
grajo que a un hombre jurar que me adora.
BENEDICTO.—Dios mantenga siempre a vuestra señoría en esa disposición de
ánimo. Así se verá libre uno u otro caballero de los infalibles arañazos en la cara.
BEATRIZ.—Si fuese una cara como la vuestra no podrían afearla los arañazos.
BENEDICTO.—Bien, sois una extraordinaria adiestraloros.
BEATRIZ.—Más vale un ave con mi lengua que un animal con la vuestra.
BENEDICTO.—Así marchase mi caballo con la rapidez de vuestra lengua y
mantuviese tan bien el aliento. Pero seguid vuestro camino, en nombre de Dios;
he terminado.
BEATRIZ.—Siempre acabáis con un par de coces. Os conozco de antiguo.
Escena II
Jardín de Leonato.
Entran BENEDICTO y MARGARITA por lados opuestos.
BENEDICTO.—Te ruego, querida señorita Margarita, que te hagas acreedora a
mi gratitud, ayudándome a hablar con Beatriz.
MARGARITA.—¿Me escribiréis, entonces, un soneto en elogio de mi belleza?
BENEDICTO.—En estilo tan elevado, Margarita, que ningún hombre viviente
quedará por encima; pues, a decir verdad, bien lo mereces.
MARGARITA.—¡No tener ningún hombre encima! ¡Cómo! ¿Habrá de quedar
siempre debajo?
BENEDICTO.—Tu ingenio es tan listo como la boca del galgo: las coge al vuelo.
MARGARITA.—Y el vuestro tan embotado como un florete de esgrima, que toca,
pero no hiere.
BENEDICTO.—Ingenio varonil, Margarita, que no se atreve a herir a una mujer; y
con esto te ruego que llames a Beatriz. Te rindo los broqueles.
MARGARITA.—Dadnos las espadas, que tenemos broqueles naturales.
BENEDICTO.—Si los usáis, Margarita, debéis cogerlos por el asa en la cazoleta;
y son armas peligrosas para las doncellas.
MARGARITA.—Bien; llamaré a Beatriz, que supongo tiene piernas.
BENEDICTO.—Y, por lo tanto, vendrá.
Sale MARGARITA.
Entra BEATRIZ.
Querida Beatriz, ¿vienes cuando te llamo?
BEATRIZ.—Sí, signior; y partiré cuando me lo mandéis
BENEDICTO.—¡Oh! Quédate aquí hasta entonces.
BEATRIZ.—«Entonces» ya está dicho; adiós, pues, ahora. Y, sin embargo, antes
de irme, permitid que me marche con lo que me hizo venir; esto es, saber lo que
ha ocurrido entre vos y Claudio.
BENEDICTO.—Sólo palabras agrias. Y ahora permite que te bese.
BEATRIZ.—Palabras agrias no son más que viento agrio; y viento agrio es sólo
aliento agrio, y el aliento agrio es desagradable. Por consiguiente, me marcho sin
que me beséis.
BENEDICTO.—Tal es la impetuosidad de tu ingenio, que ahuyentas las palabras
de su verdadero sentido. Pero debo hablarte llanamente: Claudio ha aceptado mi
reto, y, o me responderá pronto, o publicaré su cobardía. Y ahora te suplico que
me digas: ¿por cuál de mis malas prendas te enamoraste primero de mí?
BEATRIZ.—Por todas a la vez, que componen un estado tan pérfidamente
puntilloso, que no admiten prenda buena alguna para mezclarse con ellas. ¿Y por
cuál de mis buenas prendas sufristeis primero de amor por mí?
BENEDICTO.—«¡Sufrir de amor!» ¡Bonito epíteto! Sufro de amor, en efecto,
porque te amo contra mi voluntad.
BEATRIZ.—A pesar de vuestro corazón, supongo. ¡Ay, pobre corazón! Si le
llenáis de pesar por mi amor, haré otro tanto por amor vuestro, pues nunca amaré
lo que mi amigo odie.
BENEDICTO.—Tú y yo tenemos discreción bastante para arrullarnos
apaciblemente.
BEATRIZ.—No lo parece, según esa confesión. Entre veinte hombres discretos
no hay uno que se alabe a sí propio.
BENEDICTO.—Máxima antigua, Beatriz; máxima antigua, que tuvo valor allá en
los tiempos de buena vecindad. Si en este siglo no se erige un hombre su tumba
antes de morir, no vivirá más su monumento que el son de las campanas y el
llanto de su viuda.
BEATRIZ.—¿Y cuánto es eso, según vos?
BENEDICTO.—¡Valiente pregunta! Una hora de doble y un cuarto de hora de
lágrimas. Así, lo propio de un hombre prudente (si don Gusano, su conciencia, no
halla en contrario ningún impedimento) es ser la trompeta de sus propias virtudes,
como soy yo de las mías. Por eso ensalzo mi persona, que, como puedo
atestiguar, es muy digna de alabanza. Y ahora decidme, ¿cómo está vuestra
prima?
BEATRIZ.—Muy mal.
BENEDICTO.—¿Y vos?
BEATRIZ.—Muy mal también.
BENEDICTO.—Servid a Dios, amadme y aliviaos. Con lo cual os dejo también,
pues aquí se acerca alguien a toda prisa.
Entra ÚRSULA.
ÚRSULA.—Señora, es menester que vengáis junto a vuestro tío. Allá dentro en la casa hay un estrépito enorme. Está probado que mi señora Hero ha sido
falsamente acusada. Han sufrido un gran engaño el príncipe y Claudio, y don
Juan, el autor de todo, se ha dado a la fuga. ¿Iréis inmediatamente?
BEATRIZ.—¿Queréis venir a oír estas nuevas, signior?
BENEDICTO.—¡Quiero vivir en tu corazón, morir en tu seno y ser enterrado en
tus ojos! Y además ir contigo a ver a tu tío. (Salen.)
....
W. Shakespeare
Para vos viejo amigo... por todos esos recuerdos.
.
23 Comments:
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fabulosa obra...gran pelicula al respecto...el amor como se describe es como veleta...nunca sabe por donde sopla...
a que parezco otro? toma ya...
jijiji... grandes verdades... que además permanecen actuales!
Salud/OS!
Es un pozo de sorpresas amigo gnomo, aunque siempre le he intuido una gran dosis de sensibilidad.
"Vamos, vamos, ¿pensáis que no os conozco por la excelencia de
vuestro ingenio? ¿Puede el mérito disimularse? Vamos, burlón, sois él. La gracia
se delata siempre, y aquí termino."
pd. me alegra saber que la pelicula te gustó...
cierto vania, cierto... ;)
"No suspiréis más, niñas, no suspiréis, que los hombres han sido siempre perjuros; un pie dentro del mar y otro en la orilla y sin firmeza nunca en ninguna
cosa."
Un abrazo
(Palacete mode ON)
Cúanta tensión irresoluta :P
(Palacete mode OFF)
¡Qué bello es ver caer las corazas!
MO
parece que tu comentario de las 6.23 me lo dediques...ole y ole tu excelsa estructura corporea
Quieres decir, Linmer? ;)
"Me veréis palidecer de cólera, de enfermedad o de hambre,señor; pero no de amor. Si me demostráis alguna vez que el amor me ha quitado más sangre de la que pueda recobrar con la bebida, sacadme los ojos con la pluma de un coplero y colgadme a la puerta de un burdel como signo del ciego
Cupido"
calmaos, gnomo. Por mi parte, estoy tan confundida con tanta admiración, que no sé qué decir. ;)
Tardo porque no he sabido ni podido encontrar la poesía con la que Beatriz de Maldivia abre la película, que no sé si abre el original de sir William, porque no lo he leído, pero es una pieza tan bien dicha (en la versión española, la dobladora de la Thompson es Mercedes Montalá, que hace un trabajo extraordinario, por cierto) que me hace repetirla una y otra vez cuando revisito la peli.
Disfrutad... la vida
Es curioso el poder de evocación que tienen ciertas cosas. A mí "Mucho ruido y pocas nueces" la peli, insisto, me evoca el amor puro. Entre dos personas, por el trabajo bien hecho... y el amor por los recuerdos también.
Los recuerdos son imborrables, si nos encargamos de avivar su llama de vez en cuando. Yo creo que doña Beatriz es de esas personas capaz de perdonar, de dejar de lado las cosas necias y recordar lo sublime. Por eso me encanta a mí Beatriz. Por eso, claro, me encantas tú.
Saludos al ritmillo de jazz de new orleans.
aquí os la dejo, porque ya sabéis, vuestros deseos...
"No sufráis, niñas.
no sufráis.
Que el hombre es un farsante.
un pie en la tierra,
otro en el mar.
jamás será constante.
¿Por qué sufrir?
!dejádles ir¡
Y disfrutad la vida.
Vuestros suspiros convertid
en cantos de alegría.
No cantéis, niñas.
No cantéis lamentos de infortunio
el hombre falso siempre fue
desde que el mundo es mundo
¿Por qué sufrir?
!Dejádles ir!
Y disfrutad la vida.
Vuestros suspiros convertid
¿en qué?
en cantos de alegría."
un besazo, wolffo!!!
¡Qué peliculón! Hace mucho tiempo que lo vi y me hyas refrescado la memoria.
Tengo que volver a verla.
Besos!
Elpoema inicial que has transcrito es sublime.
Gracias, mujer, ¿no es maravilloso?
Un beso, mi preciosa Morganilla.
George, eres de las pocas personas que conocen la pelicula... a mí, me gustó muchísimo.
Cierto, es un poema magnífico... y oírlo, como bien dice wolffo, de la mano de Mercedes Montalá o de la misma Thompson, si te gustan las V.O., ya es una maravilla.
besos
El viejo Will es siempre una gran inspiración.
Yo prefiero las tragedias de todas formas, qué quieres, soy un poco drama queen.
My only love sprung from my only hate
Too early seen unknown and known too late!!!
Besotes
i a tot aichò,
al final qui guanyÑe la padtida?
"Oh Romeo, Romeo! wherefore art thou Romeo?
Deny thy father and refuse thy name;
Or, if thou wilt not, be but sworn my love,
And I'll no longer be a Capulet"
Parece ser que en un principio, la cosa iba para comedia... ya ves!! ;)
Un besazo, Lula
jajajaja... el bueno, siempre el bueno sr.cheri
padmeti´m que le diga (si no le es indiscremsión) que un sarvidor va con todos menos con el Ben Adictus aquet
usia amb Ursúla, Bellatrís, atsét.
i és que a mi sañore Murgana, aquet San Pare no no no me cau gens bé. usté cree meterse de aquella manera con el sañó Gay i Leo Gay i Ley? tot un sañó sàvit
miti busté, jo praferia aquell que dunave patons al suélo.
bona tatda tingui
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Es un fragmento muy bello. Le tengo notorio cariño a esa obra. Qué cantidad de máscaras lingüísticas llegan a utilizar los personajes por el pavor de mostrar abiertamente sus sentimientos de amor y deseo.
Ese convencionalismo social al que se asen frenéticamente los personajes sigue siendo algo muy actual. Como la mayoría de obras de Sir W.S.
besos querida bruja...maga.
"Mucho me asombra que un hombre que se percata de las locuras de otro cuando consagra sus actos al amor pretenda, después de haberse reído de semejantes ligerezas pueriles en los demás, convertirse en tema de sus propias burlas,enamorándose."
Cierto, Ray... hay cosas que no cambian.
pd: ah... no me he olvidado de tu "antojo".
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