El pequeño palacio
Hace ya unas cuantas lunas paseó por mi Isla cierto varón, entre caballero y juglar, que despertó en mí cierto interés. Gran amante de la naturaleza y de las razones justas, como pude comprobar tras seguir su vestigio y pasearme por sus dominios. Gustador de visitar diversos parajes… pero uno de ellos en particular, reclamó mi atención.
Se trataba de un pequeño palacio, tal vez del siglo XV, con aquel sentir algo decadente que le proporcionaba un encanto especial. Tras unos días de paseos sigilosos por sus alrededores, y sin que nadie se percatara de mi presencia, me quedé fascinada por el elenco de personajes que allí se convocaban.
Un buen día decidí irrumpir, no sin cierta cautela, en la historia de este pequeño palacio. Si sorprendente fue el talante de las personalidades encontradas, no fue menos la cortesía que le proporcionaron a mi persona. Empezando por su musa, alma del lugar. Una dama de cabellos rojizos, de talante enérgico a la vez que afectuoso. Por supuesto, todos la admiraban.
El jefe de la guardia, un joven militar de corazón venturoso, siempre dispuesto a arrancar una sonrisa a los allí congregados. Junto a él, un gentilhombre ilustrado, amante del sonido de los violines y de los placeres de la buena mesa. Y concluyendo el triunvirato encomendado a tutelar y proporcionar albergue a los visitantes, el Gran Ojo, adalid de los ejércitos y gran pensador.
Huéspedes ilustres… todos, y sólo por mencionar algunos…
El joven artista muy docto con los pinceles, apelativo no grato para él aunque por ello no menos cierto. El maestro en el magno juego de la esfera, cuyas habilidades le han conferido una portentosa cifra, el diez. Un galeno erudito, al cual procesan gran respecto, pues dícese de él que sus fines son perversos… El diablo escarlata de cabellos rubios, que siempre tiene a bien perturbar a las damas con sus jocosidades. La dama de ultramar, otro de los pocos exponentes femeninos del palacio, venida de tierras muy lejanas… donde las palabras suenan más dulces.
Huéspedes ilustres… todos, y sólo por mencionar algunos…
El joven artista muy docto con los pinceles, apelativo no grato para él aunque por ello no menos cierto. El maestro en el magno juego de la esfera, cuyas habilidades le han conferido una portentosa cifra, el diez. Un galeno erudito, al cual procesan gran respecto, pues dícese de él que sus fines son perversos… El diablo escarlata de cabellos rubios, que siempre tiene a bien perturbar a las damas con sus jocosidades. La dama de ultramar, otro de los pocos exponentes femeninos del palacio, venida de tierras muy lejanas… donde las palabras suenan más dulces.
Y así una sucesión de figuras, que tras el paso del tiempo se acrecienta, que hacen que este pequeño palacio sea un lugar único donde hospedarse. Os aseguro, que para esta bruja resulta del todo gratificante.
¿Un reino del absurdo y del despropósito? Tal vez sea así… ¿y qué?