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Se despierta pronto, como cada día, sin costarle demasiado. Después de la ardua tarea de arrancar de los brazos de Morfeo a una adolescente, toma una ducha.

El primer café... con un poco de leche. Todavía con la toalla enlazada a su cuerpo, y algunas gotas de agua sobre su piel, le asalta la duda.

Ensimismada ante la caja donde los guarda (nunca le ha gustado tenerlos alineados en un estante) se da cuenta que es la primera vez que le ocurre. Jamás ha tenido que perder un minuto en pensar en ello. Siempre ha sabido muy bien cual debía elegir, es mas... era un acto reflejo.

Las ocasiones, los estados de ánimo, el tiempo, las horas del día, la compañía... todos tenían su momento. Los frescos, los orientales, los florales, los sutiles, los intensos, los sensuales y también los masculinos, que son su debilidad.
Se siente un poco mema con esa actitud.
Hasta ahora esta infidelidad suya con los perfumes le resultaba gratificante, pero si tenía que convertirse en una incertidumbre habitual ya no le resultaba atractiva.

Piensa que ha sido una circunstancia puntual ... porque ser mujer de una sola esencia no va con ella.

Beatriz es así...