La Dueña de su Destino.
Llamada también “Morgue La Faye” y “Fata Morgana”, Morgana, la medio hermana de Arturo, la hechicera, es en realidad una diosa muy antigua en la mitología céltica, vinculada a la Muerte y la Regeneración. Junto a sus hermanas Gliten, Tyrone, Mazoe, Glitonea, Cliten, Thitis, Thetis y Moronoe, integraba una forma de Triple diosa, más conocida como la hermandad de las reinas hadas. Ellas regían la mística isla de Avalon, la Isla de la Fortuna o de la Bendita Muerte. Al igual que las Walkirias, estas mujeres mitológicas conducían a las almas de los héroes muertos en batalla hacia la Isla Sagrada -tal como sucedió con el rey Arturo-, adonde serían curadas todas sus heridas.
4 Comments:
Cómo curar las heridas a los muertos resulta lo más poético que escuchas en todo el día. Estamos en época de vacas flacas y palabras así llegan. Hondo.
Yo tenía un amigo, bueno, no muy amigo... un componente de nuestra pandilla de pequeñajos que era Luis El Gordo. Crecimos y de adolescentes empezamos a llamarle fat, fatty y fatto. Un día a alguien se le ocurrió lo de Fata Morgana y así se quedó un par de años. Luego pasó a ser "Fatal" por lo pesado que era, física y figuradamente.
Quiero leer más.
el último habitante del planeta:
Muchas gracias!!
wolffo:
Espero no estar a "la altura" de tu amigo...
Smuacks
Habla Morgana
En mis tiempos me llamaron muchas cosas: hermana, amante, sacerdotisa, hechicera, reina.
Ahora ciertamente, me he tornado en hechicera y acaso llegue el momento en el que sea necesario que estas cosas se conozcan.
Pero, bien mirado, creo que serán los cristianos, los que digan la última palabra.
Perpetuamente se separa el mundo de las Hadas, de aquel
en el que Cristo gobierna.
Nada tengo contra Cristo sino contra sus sacerdotes, que consideran a la Gran Diosa como un demonio y niegan que
alguna vez tuviera poder sobre este mundo.
Cuando más, proclaman que su poder proviene de Satán.
Y ahora que el mundo ha cambiado, y Arturo -mi hermano, mi amante,que fue rey y será- yace muerto (la gente dice que duerme) en la Sagrada Isla de Avalon, el relato ha de ser narrado como lo fue antes que los saderdotes del Cristo blanco llegaran cubriéndolo todo con sus santos.
Porque, como ya digo, el mundo mismo ha cambiado. Hubo un tiempo en el que un viajero, teniendo voluntad y conociendo sólo algunos de los secretos, podía adentrar su barca en el Mar Estival y arribar, no al Glastonbury de los monjes, sino a la Sagrada Isla de Avalón. Porque en aquel tiempo, las puertas de los mundos se difuminaban entre las nieblas, y se abrian de uno a otro cuando el viajero poseía la intención y la voluntad.
Pues éste es el gran secreto, que era conocido por todos los hombres cultos de nuestra época:
Basándolos en el pensamiento de los hombres, creamos el mundo que nos rodea, diariamente renovado.
Y ahora los sacerdotes, creyendo que esto infringe el mandato de su dios, que creó el mundo de una vez y para siempre, han cerrado tales puertas (las cuales nunca exitieron excepto en las mentes de los hombres) y el camino no conduce más que a la isla de los sacerdotes, que la han protegido con el sonido de las campanas de sus iglesias, alejando toda la idea del otro mundo que yace en la oscuridad.
Realmente, dicen que tal mundo, en caso de existir, pertenece a Satán y es la puerta de entrada al Averno, sino el Averno mismo.
No sé lo que su dios pueda o no haber creado. A pesar de los relatos que se narran, nunca supe mucho de los sacerdotes y nunca me atavié con la negrura de una de sus monjas de clausura.
Si los de la corte de Arturo en Camelot decidieron así considerarme cuando llegué hasta allí (dado que siempre ostento los ropajes oscuros de la Gran Madre en su función de hechicera), no les saqué de su engaño. Y, ciertamente, hacia el final del reinado de Arturo, habría sido peligroso, y humillé la cabeza ante lo conveniente, cosa que mi señora nunca hubiera hecho.
Viviane, la señora del lago, en tiempos fue la mejor amiga de Arturo, exceptuandome a mi, y luego su más siniestra enemiga,
de nuevo con mi excepción. Mas la contienda ha terminado. Por fin pude saludar a Arturo, cuando yacía moribundo, no como a mi enemigo y enemigo de mi diosa, sino simplemente como a mi hermano, y como a un hombre agonizante necesitado de la ayuda de la madre, adonde todos los hombres van a dar finalmente. Incluso los sacerdotes saben esto, ya su virgen se torna en madre del mundo a la hora de la muerte.
Y así yace al fin Arturo con la cabeza en mi regazo, sin verme como a un hermana, amante, o rival, sino tan sólo como a una hechicera, sacerdotisa, señora del lago; así descansó en el seno de la gran madre, de la que vino a nacer y en la que, al igual que todos los hombres, tendrá su fin.
Y acaso, cuando conduje la barca que se lo llevó, esta vez no a la isla de los sacerdotes, sino a la verdadera Isla Sagrada del mundo de las tinieblas más allá del nuestro, esa Isla de Avalón a la que ahora pocos además de mi pueden ir, se arrepintió de la enemistad que había entre ambos.
Las Nieblas de Avalon
Marion Zimmer Bradley
jorgezancudo@yahoo.es
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